Puente de Deba

Deba/Deva, Guipúzcoa, País Vasco.

Datación de la obra: Siglo XIX.

Solicitante: Diputación Foral de Guipúzcoa.

Motivo del galardón:

Este enfoque, que contribuye a minimizar la necesidad de intervenciones, podría ayudar a salvaguardar otros puentes en Europa en el futuro.

La extraordinaria rehabilitación de este puente de piedra del siglo XIX, un magnífico ejemplo de ingeniería civil, requirió una extensa investigación histórica sobre materiales y técnicas olvidadas y se benefició de una cooperación técnica interdisciplinar.

El puente de piedra sobre el río Deba es un exquisito ejemplo de ingeniería civil, protegido como hito histórico a lo largo del famoso Camino de Santiago en España. Diseñado por Antonio Cortázar, la construcción del puente se completó en 1866, conectando poblaciones en el territorio a través de una ruta exclusivamente peatonal. El  5 de julio de 2018, el pilar central del puente sufrió un asentamiento repentino, que dañó gravemente sus dos vanos abovedados  adyacentes, dejando la estructura al borde del colapso total. Se requería urgentemente un proyecto de rehabilitación para devolver al puente su aspecto original.

Para lograrlo en un contexto del siglo XXI, los ingenieros tuvieron que recuperar y actualizar muchas técnicas olvidadas de la construcción de puentes del siglo XIX. Ello exigió una amplia labor de documentación e investigación, así como experimentación práctica. Sus notables esfuerzos y la culminación con éxito de la restauración del puente de Deba también generaron nuevos conocimientos sobre la técnica constructiva de puentes de piedra. Todo el proyecto fue financiado por la Diputación Foral de Gipuzkoa, mientras que el puente es propiedad conjunta de las autoridades  locales de Deba y Mutriku.

Durante una inspección, se descubrió que los apoyos de madera que soportaban el pilar se estaban debilitando progresivamente por la acción de la carcoma marina, lo que provocaba una reducción de su capacidad de sustentación y el consecuente riesgo de derrumbe. Tras evaluar varias opciones, los ingenieros decidieron instalar una cimbra de pórtico sobre la estructura, abarcando dos pilares adyacentes y de la que podían colgar desde arriba los arcos dañados y deformados. Esta cimbra también desempeñó un papel vital para mantener el uso peatonal del puente durante toda la construcción.

Una vez asegurada la estabilidad, se empezó a trabajar en el diseño detallado de la rehabilitación, que requirió investigación histórica y cooperación técnica interdisciplinar. Tras considerar distintas alternativas, los ingenieros decidieron apuntalar el pilar central derrumbado, desmontar cuidadosamente las bóvedas dañadas y reconstruirlas con su geometría original reutilizando la mayor cantidad posible de piedra original. De los 1.400 sillares utilizados en la reconstrucción, 1.250 se recuperaron del puente dañado.

Para educar a la sociedad sobre el valor de las estructuras patrimoniales en general, y de los puentes de mampostería en particular, se abrió una caseta de información sobre el  proyecto en las inmediaciones del puente durante todas las obras y se ofrecieron varias charlas y visitas guiadas.

Los retos de trabajar en un entorno marino sujeto a cambios de mareas, la complejidad técnica, junto con la importancia cultural del puente hacen sobresaliente este proyecto.

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